En la vida del psicólogo que nunca para de leer, me encontré con una reflexión interesante que me gustaría compartiros. El autor, en este caso, Richard C. Schwartz, creador de la terapia de sistemas familiares internos (IFS), en su primer libro de introducción a esta terapia, plantea esta reflexión sobre la diferencia entre la lástima, la compasión y la empatía, a la hora de explicar el Self (este concepto sobrepasa la capacidad de mi persona para explicarlo y no es el objetivo de este escrito). Sobre todo lo aprovecho para centrarme en un concepto que a mi, personalmente, me encanta, que es el de la compasión.
Diferenciar lástima, empatía y compasión
Lástima
El autor, en su libro, menciona que la lástima es un concepto asociado a pasividad. Cuando veo sufrir a alguien y siento pena, al mismo tiempo, puede que haya una parte de mi que se “alegra” de no ser esa persona que sufre. En palabras de Richard C. Schwartz “la lástima conlleva a un distanciamiento protector y un cierto grado de condescendencia”.
Empatía
Para la empatía, primero, me gustaría describir sus características según la autora Brené Browm. Esta describe las características de la empatía como: ponerse en la perspectiva del otro, sin juzgar y escuchando; reconociendo la emoción en el otro que es posible que haya sentido yo en otro momento; y su posterior comunicación de este reconocimiento. Desde la empatía pues, cuando veo a la otra persona sufrir, y gracias a esta conciencia interna mía, hay una parte de mi que sufre igual, así que me puedo identificar con el dolor ajeno. Esto abre la posibilidad del deseo de ayudar. Pero esto conlleva un riesgo, si me identifico demasiado puedo tener una gran presión por aliviar al prójimo, y si yo no tolero mi dolor y tampoco puedo soportar que el otro continúe sufriendo, generará una distancia con la otra persona, ya que no puedo manejar el malestar.
Compasión
¿Y qué pasa con la compasión? También se incluye en tradiciones cristianas, teniendo una implicación activa de aliviar sufrimiento. En ocasiones, se puede asociar a la misericordia, ya que esta implica amor, perdón y ayuda activa. En el budismo existe el concepto como tal de compasión, que implica entender y aliviar el sufrimiento sin mirar desde arriba. E incluso en tradiciones filosóficas como el estoicismo, se buscaba la empatía racional, promoviendo la ayuda efectiva.
Una definición de la compasión podría ser la del Dalai Lama: Sensibilidad hacia el sufrimiento del yo y de los otros junto con un compromiso profundo para tratar de aliviarlo. Desde un punto de vista más psicológico podemos encontrar definiciones de autoras como Kristin Neff, que la define en función de sus componentes: 1) el ser consciente y estar abierto al propio sufrimiento individual, 2) ser amable y no condenarse a uno mismo, y 3) la consciencia de compartir las vivencias de sufrimiento con los demás en lugar se sentirse solo.
Volviendo a la reflexión de Richard C. Schwarts, al sentir compasión, al ver la otra persona sufrir, podemos sentir empatía, pero de alguna manera esa persona una vez “liberada” podrá aliviar su sufrimiento, pueden aprender a confiar en ellas mismas, y podrán acercarse al sufrimiento y ver qué puede enseñarles. Con la compasión, uno puede estar presente sin tener la necesidad de cambiar al otro o coger distancia.
Beneficios de la compasión
Y dirás, “si bueno esta reflexión muy bien, mucha teoría, pero y qué beneficios, aparte, puede tener en mi vida la compasión”. La compasión, entendida como la capacidad de reconocer el sufrimiento ajeno y propio, acompañada de motivación de aliviarlo, puede ayudar al bienestar emocional y fortalece la resiliencia.
Se ha encontrado en estudios, que la práctica de la compasión activa áreas del cerebro relacionadas con la regulación emocional. Si somos capaces de regularnos, puede ser que podamos afrontar mejor emociones y sentimientos como la ansiedad y el estrés. Además, aumenta la producción de oxitocina, esta hormona tan famosa, vinculada al apego y la conexión social, lo que puede fomentar la vinculación con personas cercanas.
Otro beneficio, es la reducción de la autocrítica. Modificando el discurso interno, haciéndolo más amable, lo que puede reducir emociones como la culpa y la vergüenza.
Formas de practicarla en casa
Así que, ¿de qué manera puedo practicar la compasión en mi día a día? Como cualquier habilidad, a base de pequeños cambios y constancia puedo llegar a cambiar mi forma de actuar.
Algunas formas que se me han ocurrido son:
- Escucha activa: intentar evitar, dentro de nuestras posibilidades, dejarnos llevar por el juicio automático del cerebro, o entrar en modo encontrar soluciones. Intenta escuchar y comprender lo que puede sentir la otra persona.
- Se amable en tu día a día: pequeños gestos pueden generar un impacto positivo en los demás, por ejemplo, una sonrisa, una palabra de apoyo, etc. Y no solo con los demás, también con uno mismo, buscar hablarnos como le hablaríamos a nuestro mejor amigo.
- Prácticas de mindfulness centradas en esta habilidad: muy relacionadas con la gratitud para ayudar a conectar con uno mismo y lo que nos rodea.
La compasión transforma nuestra forma de relacionarnos con los demás y con nosotros mismos. Nos ayuda a ver el sufrimiento con empatía, sin sentirnos abrumados ni distantes. Sin embargo, no siempre es fácil cultivarla, sobre todo si hemos aprendido a ser duros con nosotros mismos o a ignorar nuestras emociones.
Si sientes que te cuesta conectar desde la compasión o que la autocrítica te impide avanzar, la terapia psicológica puede ayudarte a desarrollar esta habilidad y aplicarla en tu vida diaria.
Aprender a tratarnos con más amabilidad y comprensión es un paso clave para mejorar nuestro bienestar.
Mi resumen de la compasión se encuentra en una frase que aprendí hace tiempo:
ojalá seas feliz, ojalá estés sano, ojalá estés seguro, ojalá seas amado
Victor Galarza Rodriguez
CV13891